miércoles, 11 de marzo de 2009

PEQUEÑA HISTORIA QUIJOTESCA


Jan Puerta
En ocasiones hay historias que uno escucha y que por las características de quienes las cuentan no tienen mucha credibilidad. Pero, si analizamos las palabras y pensamos que toda leyenda urbana tiene su origen, tal vez exista una duda razonable sobre la pequeña historia quijotesca que voy a contar…

Don Quijote en Valparaíso
Ocurrió a finales del mil quinientos cincuenta... mas o menos. Don Quijote y su fiel escudero Sancho, celebraron la pascua en completa soledad en algún lugar cercano al puerto de Palos de la frontera. En la posada donde se encontraban llegaron unos marineros de cierta nave a punto de partir hacia las Américas. Bebieron hasta saciar la sed y comieron sin ningún tipo de mesura. Los marinos, rápidamente entendieron la locura del viejo Quijote y los desmanes del noble Sancho por evitar males mayores. Ambos bebieron más de la cuenta. Siguiendo las consignas de los sagaces truhanes de la mar….- Brindemos por la belleza de Dulcinea! Levantaron las jarras y bebieron..- Brindemos por Dulcinea del Toboso, quien espera a su caballero al otro lado del océano!.- ¿Como? ¿Dónde me espera? Inquiero nuestro personaje. Parece ser que los marineros, faltos de personal, se dedicaron a recorrer los viejos hostales y las tabernas mas ruines buscando a cualquier borracho que firmase su enrolamiento en la nao. La partida estaba prevista dos horas después. Así que cuando despertasen se encontrarían iniciando el viaje sin poder retornar a menos que fuera a nado. Cosa improbable. Don Quijote siguió con sus preguntas. Los marineros lo engatusaron bien. Dos horas después, junto a su fiel Sancho, embarcaban en busca de la querida Dulcinea. Debido a una tormenta, se desviaron de su ruta sin saber muy bien donde se encontraban. Don Quijote, en una acalorada discusión con el Capitán, motivada por la tardanza en llegar donde su amada, le arrancó el octante al piloto usándolo como arma arrojadiza sobre quienes le contradecían en ese momento. La habilidad del Oficial quedó demostrada cuando se agachó. El único octante de la nao salió por la ventana de la popa hundiéndose en las profundidades marinas. A partir de ahí, todo fue improvisado. Desde ese momento, el Hidalgo caballero fue atado en la proa y con la mirada fija en el horizonte pasaron casi setenta días hasta que desde la cofa el vigía gritó....- ¡Tierra a la vista! Los ojos del insigne Hidalgo se abrieron como bacías recién pulidas. Sancho seguía en babor vomitando su travesía y maldiciendo la decisión de seguir siendo fiel escudero de aquel caballero a quien la locura le había caído del cielo. Dejándolo bien tocado.. - Sancho! Creo verla en el horizonte. En lo alto de aquel cerro... - No se mi señor. No tengo tan buena vista como usted. La tierra que avistaron fueron los riscos del cabo de Hornos. Lo rodearon no sin dificultades sin saber muy bien donde se encontraban. Buscaban una ruta de regreso buscando siempre el norte cuando les era posible. Bordearon la costa hasta que avistaron la bandera española izada en un cerro. Habían llegado sin proponérselo a los campamentos que el mismísimo Pedro de Valdivia había construido unos años atrás. Una vez allí, Don Quijote cuan caballero era y se sentía, luchó contra diferentes culturas incas. Brilló por su denostado valor siempre al lado de su inseparable Sancho. Un marinero tuvo la brillante idea de decirle que Dulcinea había sido raptada por un Inca de la zona. El, cuyo valor solo era sobrepasado por la locura, decidió salir en su rescate. Sancho, como siempre asintió. Aunque según consta en unas hojas no publicadas por un fraile de ese acuartelamiento, que también era del Toboso, este murmuró antes de salir en busca de su amada… - ¿Hasta cuando señor… Hasta cuando durará esta locura? Las gestas de ambos, fueron tales que el Greco decidió inmortalizar a tan insigne personaje para la posteridad. Una vez conquistados todos los reductos indígenas, Don Quijote con más de noventa años a sus espaldas, murió cerca de Valparaíso que por aquel entonces era un pequeño puerto sin mas importancia que ser usado para cargar las naos Españolas con la plata que extraían del cerro de la Campana en la cordillera pre andina. Sus últimas palabras fueron para Sancho… - Si ves a Dulcinea, dile lo mucho que la he querido. Hasta aquí hemos llegado viejo Sancho. -Expirando a continuación-. Unos años después falleció el fiel escudero, quien no supo afrontar su vejez sin las locuras surrealistas de su insigne caballero. Murió de pena y algunos dicen que de aburrimiento. A finales del mil ochocientos un comerciante de la época encontró entre los restos de una vieja casa que acababa de comprar, un viejo lienzo. Lo desenrolló con sumo cuidado y descubrió la pintura que en su día pintara el Greco. Esta se quedó en su casa sin saber nunca el valor que tenía la misma. Tres generaciones después, El nieto, un joven okupa, con ciertas dosis artísticas descubrió el cuadro en el sótano. Hizo un esbozo y se le ocurrió pintarlo en una pared de un inmueble que había sucumbido a un feroz incendio... - Pero que tío mas larguirucho has pintao. Mola que te cagas, “ueón”.(1) Le dijo un compañero de cresta afilada a base de cerveza de la quinta región..- Y el gordi que está al lao. Ese si que un “ueón”, cachaí!(2) Unos años después, y debido a una fuerte tormenta, se descorchó parte de la pared donde Sancho seguía fielmente ligado a Don Quijote. El nieto se vendió el lienzo del abuelo a un anticuario de la plaza O’higgins de Valparaíso. Ahí se le perdió la pista.

1: Ueón. Se pronuncia Uevoón. En el argot de la calle ha tomado fuerza esta pronunciación literal. Un sinónimo suyo seria en España el vocablo “gili” o “gilipollas”
2: Cachaí. Coloquialmente “te enteras”? Caché: Entendí!. Cachaste?: Entendiste?

Bueno amigos esta es la pequeña historia de este autorretrato “grafitero” que pude conseguir en un viejo solar de la ciudad de Valparaíso. Ya se que muchos de vosotros, -entre ellos tú, apreciado Don Pedro- no le daréis mucho rigor a esta pequeña historia surgida a razón de descubrir un día la comentada fotografía. Pero… no se. Un viejo refrán de la época decía: “Cuando el río suena… agua lleva."

“Anécdotas”
Publicado con autorización del autor.
Copyright © By Jan Puerta 2009
Texto y fotografías con copyright del autor