Comienza mi peregrinación hacia una nueva pintura. Será pequeña, pero bella. El faro del fin del mundo, el Faro que es Cristo, un faro de cultura -un Nóbel- , un faro móvil y quijotesco, un faro solitario ¡tan solitario como una torre! (la Torre de las constelaciones, aquella de Adamus), un faro de soledad. Y allí estará también su Dulcinea, tan hermoso como mascarón de proa. Será un pequeño homenaje a Neruda, un quijote.