viernes, 25 de julio de 2008

DE LO QUE SUCEDIÓ AL INGENIOSO HIDALGO EN LA VENTA QUE ÉL IMAGINABA SER CASTILLO

Comentario de Don Miguel de Unamuno,
al capítulo XVI, I Parte, de la novela de Cervantes;
en su libro "Vida de Don Quijote y Sancho", 1920.

Volvió a encontrar Don Quijote mujeres que hicieron con el oficio de mujer, mujeres compasivas y piadosas, pues entre la ventera, su hija y Maritornes le hicieron una muy mala cama en que se acostó luego que le hubieron emplastado de arriba abajo. Agradeciólo Don Quijote haciendo a la ventera "fermosa señora" y a la venta castillo, con lo que las mujeres se maravillaron pareciéndoles otro hombre que los que se usan, y no les faltaba razón en parecerles así.

Entonces es cuando dió Don Quijote en esperar a la hija del señor del castillo, repentinamente enamorada de él y fue cuando al acudir Maritornes a saciar la carne al carnal arriero se encontró con el espiritual Caballero, que le hendilgó un ingenioso discurso de disculpa, mostrándole ante todo que estaba tan molido y quebrantado que aunque de su voluntad quisiera satisfacer a la de ella, le sería imposible, y luego la fe prometida a la sin par Dulcinea del Toboso, que si esas dos cosas no hubiera de por medio, el no poder contentarla y lo otro, no fuera tan sandio caballero que dejara pasar tan venturosa ocasión en blanco.

Esto es fina virtud y continencia de mérito, y lo demás tonterías. Y tuvo esa virtud, como es natural, su recompensa, cual fué los puñetazos y pisotones que arreó a Don Quijote el bruto del arriero, que de puro rijoso ardía en chispas. Y acudió el ventero al ruido y se armó aquella tremolina de puñetazos que Cervantes cuenta.

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