Gloria Schivo
Desde mi ya lejana infancia, con diez añitos, encumbrada en los zapatos de tacón de una tía y con el sombrero de mi abuela, data mi primer encuentro con el ingenioso hidalgo y caballero, el que por cierto, marcó mi existencia… y no podía ser de otra manera, pues s transformó su magra figura, su hidalguía sin tacha, su tesón, su valentía a toda prueba y sus puros ideales, en mi héroe y arquetipo de integridad masculina… pero luego, al llegar a la adolescencia, esperaba llegar a mi vida un caballero semejante a él y por cierto ese era un secreto muy bien guardado.
Desde entonces, nadie ha podido alcanzar su medida, pues a alguno le ha faltado la perseverancia, a otro la integridad, a un tercero el arrojo y a un cuarto la espiritualidad ¿para qué seguir enumerando? No han faltado los que me han dicho que haber leído tanta novela de caballería fue lo que terminó por enloquecerlo y, aunque sólo he sonreído al escucharles, pienso que no dejaría de ser una maravillosa locura la de él, y que de poetas y locos todos tenemos un poco, según dice un refrán popular, y aunque estoy plenamente consciente que su creador, Don Miguel de Cervantes, según se cree lo inventó como una crítica o sátira a los muchos libros de caballería que circulaban en esa época, no puedo menos que pensar que el personaje cobró vida propia.
Y yo…crecí deseando ser amada, como él amaba a su Dulcinea del Toboso, la que por arte y magia de su amor, para él era tan bella como la estrella de la tarde, tan dulce como el capullo de almendro en primavera, tan delicada como un polluelo recién nacido y tan llena de gracia y pureza como un Ave María.
Me pregunto… ¿dónde habrá un hombre como él, capaz de hacer cuanto hizo por amor, por honor, para glorificar el nombre de su señora, para defender desvalidos y conseguir, como él lo hizo, cambiar su entorno a tal punto que transformó a un pobre ignorante y zafio como Sancho Panza en alguien más evolucionado… me pregunto ¿y si ese hombre existiese? … tal vez, como a Cristo, lo crucificarían y tildarían de loco, ya que en este mundo habiendo tanta diversidad parecen temerle a los que son diferentes… o en el mejor de los casos, se conformarían con nominarlo excéntrico.
Oh, valiente Caballero! Al que nada ni nadie acobardaba, ni los golpes ni las mofas, con fe y con valor obviando siempre digno las puyas y las chanzas, siempre en pos de su ideal ¿contra qué gigantes se enfrentaría hoy?
En nuestro segundo encuentro era yo una jovencita que estudiaba en la universidad y… ¿por qué no decirlo? prácticamente vivía en pos de mis ideales, entonces en primero de Castellano nos volvimos a encontrar y me atrevería a decir que fue cuando más cerca estuvimos, cuando nuestras almas comulgaban al unísono y bebíamos de la misma copa plena del licor embriagante llamado “Ideal”. Desde entonces ha pasado mucho agua bajo el puente… sin embargo yo a Don Alonso Quijano le sigo viendo como la primera vez y, aunque el tiempo ha pasado, ahora que lo pienso, tan veloz como el vuelo del colibrí, encaneciendo mis cabellos (o como él diría tan gentilmente “la luna lo ha plateado”), ni Ivanhoe, ni Arturo ni el Cid, han logrado equiparar su encanto, y yo… ya no busco quien lo iguale en esta tierra, pues finalmente he comprendido que es único y que, cual la estrella del amanecer, ha estado cada día caminando junto a mí el osado Caballero, tan real como cualquier hombre que se haya cruzado en mi camino, inspirándome, dándome fuerzas para luchar por lo que pareciera imposible, sin perder la fe, sin temor a lo que pudiera perder, porque allí está él susurrando a mi oído: “¡adelante, con valor y esperanza, con la fe y el empeño de tu sueño lograr!” Y al fin de cuentas ¿qué es lo real? si como Calderón de la Barca decía, “que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario